Salud mental y política: La urgencia de una transformación democrática

Autor: Olga Caballero

Por Olga Caballero, directora ejecutiva de Alma Cívica

Las democracias contemporáneas, si bien presentan estructuras consolidadas y sistemas formalmente establecidos, enfrentan desafíos profundamente arraigados en cuanto a la praxis diaria de sus valores fundamentales. Es en este escenario que el comportamiento reciente del diputado Yamil Esgaib en el Congreso paraguayo cobra especial relevancia, sirviendo de espejo a las tensiones subyacentes entre salud mental, política y equidad de género.

El rol de un representante político no se limita simplemente a legislar o tomar decisiones que afecten a la sociedad. Más allá de esto, un político es un referente, un modelo a seguir que encarna y refleja los valores de la comunidad a la que sirve. Por ello, comportamientos como el del diputado Esgaib resultan especialmente alarmantes, ya que no solo vulneran el respeto básico entre colegas y ciudadanos, sino que además ponen en tela de juicio la integridad del sistema democrático en sí mismo.

El desencadenamiento público de agresiones, en particular hacia mujeres en cargos de representación, es indicativo de una serie de problemas. En primer lugar, evidencia carencias en la preparación emocional y psicológica de algunos de nuestros representantes. La salud mental es un pilar fundamental para ejercer cualquier función pública de manera efectiva, y es vital que quienes ocupen cargos de tal magnitud posean la resiliencia y la estabilidad emocional para gestionar las tensiones inherentes a la vida política. Es un compromiso cotidiano que deben hacerse estos líderes donde es muy raro ver sesiones donde realmente legislen leyes para el bien, últimamente se ha convertido en un circo mediático evidencia la carencia de educación emocional reflejado en el comportamiento de muchos legisladores y legisladoras.

En segundo lugar, y quizás más preocupante, es la manifestación palpable de una misoginia sistémica. A pesar de los avances en igualdad de género y representatividad en los últimos años, el caso Esgaib resalta que aún existen resistencias culturales y estructurales hacia la aceptación plena de las mujeres en espacios de poder. Estas resistencias, lamentablemente, a menudo se manifiestan en formas de violencia, menosprecio o descalificación tal como todos hemos escuchado en los audios cargados de ira y rabia.

El Congreso, como uno de los pilares de la democracia, debería ser un espacio de debate constructivo, respeto mutuo y colaboración interpartidaria. La presencia de comportamientos misóginos y agresivos atenta contra estos principios y erosiona la confianza del público en sus instituciones. Es esencial que, más allá de las sanciones individuales, se promueva una reflexión profunda y estructural sobre cómo garantizar que nuestras instituciones democráticas realmente reflejen los valores de equidad, respeto y justicia que proclaman.

La salud mental no es simplemente una cuestión de bienestar personal, sino que afecta directamente la manera en que interactuamos con el mundo que nos rodea. En el ámbito político, donde las decisiones tomadas tienen repercusiones en toda una nación, es esencial que quienes ostentan cargos públicos demuestren estabilidad y respeto hacia todos los ciudadanos.

Los actos de Esgaib, marcados por agresiones verbales que rozan lo físico, revelan no sólo una alarmante falta de autocontrol, sino también una visión misógina arraigada. En un mundo donde las mujeres luchan constantemente por su espacio y voz, enfrentar tal nivel de violencia en el ámbito político es una triste reminiscencia de los desafíos que aún persisten en las democracias modernas. El hecho de que Esgaib haya tenido conflictos principalmente con mujeres revela un patrón de comportamiento que no puede ser ignorado.

En el contexto del Día Mundial de la Salud Mental, sucesos como los que vimos la semana pasada en el Congreso Nacional nos brinda un motivo de profunda reflexión. Más allá de los actos individuales, tales conductas evidencian tensiones y conflictos subyacentes que afectan la salud mental colectiva de una sociedad y su tejido democrático.

Aunque la suspensión de Esgaib es un paso en la dirección correcta, es imperativo considerar las estructuras y sistemas que permiten la emergencia de tales comportamientos en primer lugar. ¿Cómo es posible que personas con patrones de comportamiento agresivo y misógino lleguen a ocupar esferas de poder y representación? Esto plantea preguntas preocupantes sobre el sistema de selección y validación en nuestra política.

En el Día Mundial de la Salud Mental, es crucial recordar que la salud mental no es simplemente un tema individual, sino también colectivo. Una sociedad que permite o tolera la agresión, en especial hacia las mujeres, y la marginalización de voces diversas, está manifestando síntomas de una salud democrática debilitada. Las instituciones políticas, como reflejo de la sociedad, deben promover ambientes sanos y seguros, donde todos los individuos, independientemente de su género, puedan participar y contribuir sin temor a represalias o agresiones. En contextos laborales donde existen políticas claras contra la violencia, tales comportamientos resultan en un despido inmediato, ya que no pueden ser tolerados bajo ninguna circunstancia.

Promover la igualdad de género, proteger a las mujeres en la política y garantizar la representatividad auténtica no son simplemente cuestiones éticas o morales, sino que están directamente relacionadas con la salud mental colectiva de una nación. Una democracia sana es aquella en la que todos sus miembros pueden interactuar, debatir y tomar decisiones en un ambiente de respeto mutuo y comprensión.

La democracia, en su verdadera esencia, es inclusiva, respetuosa y representativa. Las acciones de Esgaib y la tolerancia hacia tales comportamientos, incluso por una breve duración, son una mancha en el tejido democrático de Paraguay. Sin embargo, también representan una oportunidad para la introspección y la transformación, con el objetivo de garantizar que el Congreso y otros órganos gubernamentales sean auténticos reflejos de los valores democráticos.

A medida que conmemoramos el Día Mundial de la Salud Mental, es imperativo reconocer las interconexiones entre la salud mental, la política y la democracia. Es vital comprometernos a crear ambientes que sean más saludables, seguros e inclusivos para todos.

Ahora, me gustaría invitarles a reflexionar:

  • ¿Qué acciones podemos tomar como sociedad para garantizar que nuestros representantes políticos sean éticos, talentosos y efectivos?
  • ¿Cómo podemos incentivar y apoyar la formación y educación continua de nuestros líderes políticos?
  • ¿De qué manera podemos alentar una cultura política que priorice el bienestar mental y emocional?

Es importante señalar que Apolitical Foundation está llevando a cabo una investigación sobre la salud mental de los políticos. Este es un tema crucial que merece nuestra atención y esfuerzo colectivo para mejorar el panorama político y el proceso del ejercicio democratico. La salud mental es un componente esencial del liderazgo efectivo, y es hora de que le demos la importancia que merece en el ámbito político.


Bibliografía sugerida:

  • Krook, M. L. (2017). Violencia contra las mujeres en la política. Oxford University Press.
  • Sardenberg, C. M. B. (2008). Debates contemporáneos sobre feminismo, democracia y ciudadanía. Revista de Estudos Feministas.
  • Waylen, G. (2014). Informal institutions, institutional change, and gender equality. Political Research Quarterly.
  • Htun, M., & Weldon, S. L. (2012). The civic origins of progressive policy change: Combating violence against women in global perspective, 1975-2005. American Political Science Review.

Olguicaballero
Olga Caballero

Psicóloga Social, directora ejecutiva y cofundadora de Alma Cívica. Fue Directora General de la Organización TECHO Paraguay. Cuenta con más de 15 años de experiencia y formación en metodologías participativas promoviendo proyectos colaborativos y desarrollo comunitario para el fortalecimiento del tejido y vínculo comunitario, así como de equipos y grupos de trabajo. Es cofundadora de la iniciativa En Común Paraguay, miembro del equipo impulsor y fundadora de la Red de Apoyo de Asentamientos Paraguay. Pertenece al Consejo Directivo de la asociación Sendas Paraguay y forma parte de la red de mujeres líderes Voces Vitales

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