Por Modesta Arevalos, participante de la Academia Aprendedores Públicos
La academia Aprendedores Públicos en su primera cohorte reposiciona la urgencia de poner desde otro lugar interior el cambio en el quehacer político de nuestro país, sin embargo, la palabra “cambio” ha de ser mucho más que una retórica que hemos oído o leído en sinnúmeros de slogans, entrevistas o discursos políticos en los últimos tiempos.
El proceso de transformación es provocado por hombres y mujeres líderes, desde los espacios que le toque actuar a favor del bien común, desde donde llevan a la práctica principios y valores que respondan a una perspectiva de vida virtuosa dentro de un territorio determinado.
Si bien la cultura política de nuestro país está marcada por una impronta autoritaria, se puede sugerir que la cultura también es respuesta a nuevas necesidades, que en nuestro caso conecta con la urgencia de profundizar y fortalecer la cultura democrática desde las mismas prácticas del ejercicio de ciudadanía en cada espacio formal o no formal.
La subcultura que se desarrolla en Administración Pública no está ajena a la cultura general de la sociedad y es donde urge asumir la corresponsabilidad ciudadana por la misión que cumple o debe cumplir la política pública en las condiciones de vida de la población en general. Los derechos traen consigo deberes, entonces, en la medida que exigimos calidad en la gestión pública existe una contrapartida de calidad en el ejercicio de ciudadanía para la población.
La actividad pública es una actividad política que compete a todas las personas que habitan un territorio, la separación entre gobernantes y ciudadanos merece ser repensada en nuestras democracias, considerando que la representatividad encierra corresponsabilidad entre electores(as) y elegidos(as).
Las elecciones periódicas como uno de los beneficios del sistema democrático más allá que una mera confrontación de grupos en disputa por el control de la cosa pública son posibilidades de influir en las políticas públicas, con la misión de lograr un bienestar social. Entonces, la democracia para ser un sistema fértil para el desarrollo social con equidad, requiere de una dinámica proactiva de liderazgos éticos que se nutren de un ecosistema social con valores y principios éticos, con habilidades para la construcción de acuerdos que priorizan el bien común.
El cambio anhelado en una sociedad parte del cambio en cada integrante de ese colectivo, el camino más corto es lo que podemos descubrir juntos y juntas en cada espacio que cohabitamos día a día, sea ésa la familia, el centro de estudios, el espacio laboral, de acción social, política o de ocio, mediante el diálogo respetuoso y constructivo. La calidad del ejercicio ciudadano en cada espacio será la fuerza suficiente para el cambio político en nuestro país.
Este artículo fue realizado en el marco de las clases impartidas en la Academia Aprendedores Públicos, como método de práctica y fijación del aprendizaje.